04 de enero de 2017
Hoy en mi viaje de regreso a Costa Rica, inicié y finalicé la primera
lectura del año, el libro intitulado Entelequias, del escritor
guatemalteco radicado en Madrid, Rafael Romero (1978), publicado por la
Editorial X. Guatemala, 2015.
La palabra entelequia tiene, entre varias
interpretaciones, dos sentidos: en la filosofía clásica, término acuñado por
Aristóteles, entelequia es la realización del telos, la
finalidad o la Causa Final de cada Forma, su realización y autosuficiencia. En
sentido retórico, entelequia es nuestro encuentro con cierta
«irrealidad», nuestra mente como creadora y testigo de situaciones o mundos
irreales que resultan de nuestras cavilaciones y esos pasillos mentales a los
que algunos/as somos adictos, pero ¿eso significa que sea irreal?
Un libro de narraciones breves hilvanadas por el padecimiento de la
Nostalgia como común denominador. Coqueteos y bofetadas hasta llegar a la
cama, al abrazo definitivo, premeditado o fatalista de los personajes con su
propia Muerte.
Soliloquios cínicos, pero también sensibles, con franqueza e impiedad de
lluvia que acompañan las calles y noches de sujetos abatidos, al mismo tiempo
entronizados en su Soledad. Cinismo y ternura, reverso y anverso de la misma
moneda, rostro y nuca de Luna ausente a pesar de las noches y la oscuridad
sofocante, el personaje silencioso y ubicuo en la mayoría de los cuentos.
Por encima de la fragilidad inquietante, los personajes llevan su herida a
plena luz. Muestran sin recato alguno su tristeza, su derrota. Nada hay que
esconder frente la incomprensibilidad del deseo —siempre insatisfecho—, acaso
la amargura de un amor no sucedido, y la Soledad, una vez más, otra vez y otra
vez, insistente imperio de la indefensión. Personajes perfectamente
construidos, densos, amenazantes, camaleónicos que se tornan repentinamente
frágiles, e incluso deliberadamente patéticos, acaso como la posibilidad de
celebrar en su ensimismamiento, el triunfo que les prodiga la burla sobre sí
mismos.
Este libro reúne «entelequias» escritas entre el año 2002 y 2006, a manos
de un autor joven de entre 24 a 28 años de edad al momento en que al parecer
fueron escritos. Narraciones con finales impredecibles y con una en ocasiones
cansina reiteración de paisajes o espacios putrefactos, vacuos, enrarecidos,
donde el abandono «para» o «de» los personajes es el entorno natural que
esconde un largo adiós al hogar, o dicho de otra forma, la imposibilidad
siquiera, del anhelo al retorno. Los errantes sujetos de estas páginas, son
personajes ordinarios que el hecho poético propio de la mirada literaria del
autor los convierte en individuos extra-ordinarios que se baten a duelo, a
punta de descaro, vulnerabilidad, dualidad, ingenuidad, desdoblamientos, con lo
que llamamos «realidad fáctica» pero también con nuestra «realidad mental»,
pues ¿cómo podría no ser real?
Voy en taxi del aeropuerto a casa. Yo, por mi parte, continúo viendo a
través de la ventana la noche y lo que se avecina para estos días, mientras sin
mi permiso e impudor algunas de las escenas leídas atraviesan mi mente.
Si alguien va a la ciudad de Guatemala por estos días o meses, pueden encargarlo
en la Librería Casa del Libro, de Casa Cervantes.
Alejandra Solórzano
(Guatemala-Costa Rica)
Rafael Romero
(Guatemala, 1978). Licenciado en Letras por la Universidad de San Carlos. Creador de la revista literaria Te prometo anarquía. Sus textos han aparecido en diversas revistas literarias de Guatemala, Latinoamérica y España. Ha publicado Distensión del ansia (Alambique, 2011), Génesis y encierro (Cultura, 2011), la trilogía de novelas El elegido, Chichicaste, Zánganos (Alas de Barrilete, 2012-2014), Entelequias (E/x, 2015), Nadie advirtió el rencor de las precipitaciones (Círculo Cultural, 2015), así como las plaquettes El convoy en el que habito se desplaza entre tinieblas (Ultramarina, 2013) y Orgánica palabra (Sin Tecomates, 2014). Actualmente, reside en Madrid, donde trabaja como profesor de escritura creativa, editor y corrector de textos.
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