Guatemala 2011
Crónica del encuentro con un libro de relatos cortos
Lo primero es la solapa. Por supuesto, tenía que ser roja y opaca (aunque pudo ser negra o blanca, o de cualquier otro color contundente). Una imagen de dos adolescentes de espaldas semipintados al lápiz y a la pintura acrílica (aunque pudo haber sido tiza o acuarela, o incluso lápiz de grafito). Comprendo que lo que encontraré no estará completo, o será demasiado completo para tragar de una vez, debe dejarse “a medias” para que pueda el lector terminar de pintar a su gusto.
La autora es la narradora omnisciente (¿o espectadora?). También la directora de cine y de la orquesta. Nos envía las ideas como pequeños acercamientos del lente a la profundidad humana. Un salir y entrar al plano, enfocar el detalle del poro, o el pensamiento. Repetir la toma, repetirla como si siempre hubiésemos sabido que era un escenario, pero caemos en cuanta de las butacas y el telón hasta la frase final.
“La abuela duerme, Leticia medio dormida se levanta y se acerca, quita el seguro, abre la tapa, se acomoda junto a mí, cierra la tapa, me abraza y duerme de nuevo. Mamá nos arrastra hasta el cementerio, Leticia duerme y me dice que cuando estemos abajo contará hasta cien para dormir, le digo que no duermo, pero no escucha. La tierra cae sobre nosotros. Leticia duerme y yo no quiero que duerma conmigo. Intento despertarla pero ella duerme. Pienso en ella sentada en primera fila”.
¿Qué es una buena costumbre?: ser pulcra, lustrar los zapatos, pasar de bonito a bonita; jamás querer ser bonita pero serlo para ayudar a mamá, sin engañarse a sí mismo.
Denise no teme ser cruda y honda, porque no hay otra manera de describir la realidad:
“A penas recuerdo cómo es caminar. Por las noches me invaden imágenes de mis pies pequeños, pies de pocos años que tocaban el piso de tierra del cuarto. Mamá me mantuvo amarrado a la silla hasta que no fue necesario, hasta que los golpes me liberaron de la cuerda y me entregaron al silencio”.
No hay una línea clara en el libro, es un revés de pequeños “cortos”, cintas cinematográficas que se detienen en fotografías precisas, muy al estilo del cine antiguo: corta aquí y une allá. Aunque quizá Denise sea costurera de una colcha tenebrosa, del horroroso monstruo de nuestra infancia, el “Coco”, el “Diablo”, o el “ropavejero”, el bicho del armario que se alimenta de nuestros miedos terribles. El corsé apretado de “las buenas maneras” para estar lindas y presas de las reglas definidas como “apropiadas” por alguien que no tiene nada que ver con nosotras.
Radiografía hacia uno mismo, e identificar el tumor en la pared luminosa, masa blanca en una familia destrozada, cuando los más cercanos son los verdugos. ¿Y a nosotros, hijos del colonialismo, quién nos dice la verdad? ¿Cómo escapamos de las garras y de las falsas creencias que nos instalaron como microchips en el subconsciente?
La autora también juega con nuestra mente cuando se torna metafísica y absurda, para visitar clínica 798 del pescador asesino y encontrar un colibrí.
Jorge Luis Borges, el maestro del relato, aluse a cierto tipo de escritores: "Comprendí que el trabajo del poeta no estaba en la poesía, estaba en la invención de razones para que la poesía fuera admirable". Supongamos que Denise fuera poeta (esperen un momento, ¡lo es!). Solo supongamos, ella no es esa poeta del Aleph, Denise no tiene que alzar su voz a gritos, ella puede llegarnos por el delgado hilo del papalote en una tarde sin viento, hasta ahorcarnos con el cordel sutil, como las serpientes aterciopeladas, dueñas del relámpago dorado del que nos hablara Antoine de Saint-Exupéry. Ella endulza los oídos y luego muerde, así alcanzamos la bandada de pájaros.
“Me perdí en caricias subcutáneas, en palabras no pronunciadas, en un cuerpo sin cuerpo, sin carne, sin peso que me acorralaba a la ventana. Sus manos no lidiaron con los botones, recorrieron mis piernas, abriendo paso al viento que simulaba la humedad de su boca. No recordé cómo gritar con la boca, pero mi cuerpo lo hizo, lo hicieron los poros, los nervios, mis ojos cada vez se encontraban con sus pupilas dilatadas, que absorbían mi voluntad y me transmitían imágenes de él en vida”.
La sensación al cerrar la solapa roja y opaca, es la del vagón de tren que a toda velocidad nos pega el corazón a los huesos, nos deja sordos con su estridencia. Perdidos en el andén siendo solo niños pequeños. O estar fuera (en la sala de la casa) para enmadejarse en la trama del libro, un libro como un remolino; un sueño sobre el sueño, porque cuando se ve llegar la muerte, los ojos permanecen abiertos y aprenden a ver de manera distinta.
Denise Phé-Funchal (Guatemala, 1977)
Escritora, socióloga y docente universitaria de literatura europea y composición en la Universidad del Valle de Guatemala. Cuenta con un posgrado en teoría de género y ha realizado estudios en psicología social e historia.
Ha publicado la novela Las Flores (F&G Editores, 2007), el poemario Manual del Mundo Paraíso (Catafixia Editores, 2010), el libro de cuentos Buenas Costumbres (F&G Editores, 2011), la novela Ana sonríe (F&G Editores, 2015) y la novela para jóvenes La habitación de la memoria (Alfaguara, 2015).
Sus cuentos han sido publicados en las antologías Sin Casaca (Centro de Cultura Española, Guatemala, 2008), Región (Interzona Editora, Argentina, 2011), Memorias de la casa (narradores) (Índole Editores, El Salvador, 2012), Ni hermosa ni maldita (Alfaguara, Guatemala 2012), Un espejo roto (Guaymuras, Tegucigalpa, 2014), Zwischen Süd und Nord (Unionsverlag, Alemania, 2014), Cuerpos, relatos eróticos por mujeres (F&G Editores, 2015), Una región de historias (La pereza Ediciones, Miami Florida, 2015), The novel of the world, (Fondazione Arnoldo e Alberto Mondadori. Milán, 2015) y Kafakaville (El cuervo, editorial, Bolivia, 2016).
Sus poemas aparecen en las antologías Poesía para todos (Óscar de León Palacios, Guatemala, 2011) y Memorias de La Casa (Índole Editores, El Salvador, 2011).
Nathalie Cruz Mora. (Costa Rica, 1987) Ingeniera en Biotecnología. Empresaria, investigadora y gestora cultural. Se derrite ante el aguacate, el cacao orgánico y el café. Hacedora de todo lo posible (lo imposible le parece seductor). Acumuladora de plantas. Apicultora y agreste.